jueves, 22 de octubre de 2015

Pasado

Ha transcurrido más tiempo sin ti que ese brevísimo plano que compartimos, una vida atrás, o tal vez dos.

No puedo escuchar esas músicas que juntos vivimos noche tras noche, entrelazados en el silencio, no puedo simplemente pretender que ya te olvidé, eso implicaría suponer que no fuiste suficiente y ojalá no lo hubieras sido.

La primera canción que me habías dedicado hablaba de dejarte entrar a mi corazón, una letra cursi pero con un ritmo tan peculiar como tu personalidad, y en el coro decía que el amor aparece cuando uno menos espera y nada importa, ni el lugar, ni la edad, ni el tiempo. Es complicado conocer a tu alma gemela, a ese ser que te complementa, que encaja perfectamente contigo y que luego la vida decida que no es oportuno y que tal vez nunca se vuelva a repetir. ¡Gracias, Vida!

Los meses pasaron lentamente, al comienzo fue peor porque sabía que mis manos no estarían unidas a las tuyas por la eternidad, se sentían incompletas y vacías sin tus dedos enredados con los míos, como aquellas veces en las que podíamos tomarnos horas solamente para acariciarnos, para mirar cómo la mano del uno encajaba con la del otro como si no hubiera habido en la tierra mejor espectáculo, y no te mentiría si te digo que podría pasar nuevamente hora tras hora, haciendo exactamente la misma tarea.

Te extraño tanto que debo enfocarme en olvidar que exististe, pero día a día, a pesar de todo, sigues ahí, clavado en mi mente y ya se me están acabando las estrategias para sacarte de allí.

No nos dio el tiempo de tomarnos una foto, fuimos imprudentes al pensar que estaríamos siempre juntos, que no había apuro, que la única prisa que teníamos era la de vernos y envolvernos en besos y caricias hasta que la realidad nos pegara fuerte y nos dijera que ya era suficiente por ese día.

Y sé que te disfruté cada segundo, cada instante que te tuve conmigo, a mi lado y sé que no me puedo reprochar nada porque te di más en ese breve tiempo que a nadie en toda la vida mía.

En ese mundo de ficción tuvimos todo, pero no era más que eso, una ficción insostenible; un amor fundado sobre bases de nubes y aire en cuyo horizonte se divisaba un inminente colapso. Y pensar que nos dimos el gusto de planear nuestras vidas, juntos; la rutina que llevaríamos, y cómo estarías para mí y yo para ti, y así fue, y funcionó para nosotros por un tiempo.

Sin embargo, te extraño, te tengo aquí atragantado en el medio del pecho y no sé cómo sacarte de allí, a pesar de todo, a pesar de haber roto todo parámetro que establecimos implícitamente desde que nos enamoramos.

¡Ay! ¡Nos enamoramos! Sí, fue apresurado, loco, incoherente, absurdo, pero ¿acaso para el amor hay reglas o estándares? Y si las hay, no me interesa oírlas, solo me importa tu voz, tu tacto, tu calor y tu existencia, que ya no está cruzada con la mía, que tan atrás quedó, que ya no recuerdo cuándo fue, que ya no estoy segura si fue o no y no sé si te soñé o fue real. Sí, tal vez te soñé, tal vez te imaginé porque me es imposible aceptar el hecho de haberme enamorado de mi alma gemela y no haber tenido una oportunidad un poco más larga, con más trama, así, como para no olvidarte jamás y que me dolieras más al despedirme de ti, porque hasta el dolor de perdernos hubiera valido con tal de haberte podido disfrutar un poco más, solo un poco.

Debo dejarte ir, no puedo siquiera imaginar que habiendo sido uno, hoy seamos dos completos extraños que pretenden no haberse jurado amor eterno frente a aquella luna llena que fue el único testigo, callado en el silencio de esa interminable noche que llegó a su fin.

Ph.: Biera Cubilla 

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