jueves, 14 de abril de 2016

Como en casa


Hacía ya unos años que se fue a vivir a Suiza, tuvo una oportunidad laboral temporal la que le consiguió un pariente y dejó atrás su tierra de azahares y ñandutíes.

Ya le había tomado el gusto a vivir en un primer mundo, el orden, los deberes, los derechos, el respeto e inclusive se había acostumbrado al clima; cada invierno aprovechaba para darse escapadas a las montañas con sus esquíes a cuesta.

Era ya un experto. Cuando necesitaba relajarse, despejar la mente, recurría a esa adrenalina que le generaba practicar el deporte invernal.

Para su mala suerte, una repentina avalancha interrumpió su paseo y lo dejó enterrado; poco a poco la nieve blanda y fresca lo dejó caer en una helada caverna que impediría que fuera rescatado. Como uno nunca supone que algo le irá a pasar, él no le comentó a nadie que iría a esquiar, tenía apenas algunas herramientas, agua y algunas barras de proteínas consigo que no le ayudarían a vivir más que unos pocos días.

Para su sorpresa, luego de investigar un poco el lugar, se encontró con otro ser viviente, un ser humano y como el mundo no es tan grande y su país menos, era nada más y nada menos que un compatriota suyo. Como todo paraguayo cuando encuentra a un paisano en el exterior, le saludó, ambos se abrazaron y dejaron caer lágrimas de felicidad, hablaron sin cesar, a pesar de que sabían que sus horas estaban contadas.

Disfrutaron de buenas charlas, hablaron en guaraní y fueron dormitándose al compás de unas gotas de agua que sonaban delicadamente al caer.

Horas después despertó deseando que todo fuera un sueño, pero se alegró de al menos haber hecho un amigo nuevo; mientras se desperezaba y despabilaba notó no solo la ausencia de su querido nuevo amigo, sino también de la poca comida y agua que tenía consigo y así mismo de sus herramientas: Le había robado todo, todo, hasta las últimas esperanzas.

Un ataque de pánico hizo que su cuerpo temblara como una hoja al viento en otoño; de los nervios y de la desesperación comenzó a reír a carcajadas mientras a la vez lloraba; vio su vida pasar frente a sus ojos mientras tiritaba de frío, el hambre y la falta de proteínas ya impedían que su cuerpo generara algo de calor.


Murió con una sonrisa irónica, sabiendo que su querido paisano, luego de tantos años, lo hizo sentir como en casa.

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