sábado, 22 de marzo de 2014

Rapsodia Guaraní

“La República del Paraguay es para siempre de hecho y de derecho una nación libre e independiente de todo poder extraño.”

   Fue lo que Carlos Antonio López, Mariano Roque Alonso y otros cuatrocientos diputados afirmaron y firmaron en el Acta de la Independencia del Paraguay el veinticinco de noviembre de mil ochocientos cuarenta y dos. 

  Esta declaración hierve la sangre patriota, recordando la grandeza de mi amado país que veía nacer su soberanía después de “tres centurias que un cetro oprimió”.

  La bella tierra paradisíaca volvía a su raíz guaraní ya con cierta mezcla que implicaba la existencia del mestizaje de donde la mayoría de los habitantes actuales del país provienen, la Independencia se dio y poco a poco las demás naciones sudamericanas fueron aceptando y apoyando el resplandeciente estatus de República, y sólo quedó el recuerdo y ciertas adquisiciones de la Madre Patria, ya mezcladas con lo autóctono de la tierra americana, desde la polka en la música hasta la vestimenta y el lenguaje latino. El Paraguay estaba recién empezando a resplandecer en el alba que tendría un prematuro ocaso.

El país se vio en manos de grandiosos hombres que lo fueron rigiendo, quedando paulatinamente a cargo el Doctor Gaspar Rodríguez de Francia como Dictador Perpetuo, una de las personalidades quizás mayormente estudiadas de nuestra nación a lo largo y ancho del mundo, quien entre sus ideas, razones y/o conflictos internos, decidió implementar la autarquía en el Paraguay lo que llevó a grandes cambios tanto positivos como negativos, la nación fue rica, estuvo en su apogeo económico pero en el perigeo académico, se encargo de que el pueblo leyera y escribiera pero que no fuera instruido en una educación terciaria para evitar anarquías. Luego de su muerte, al culminar el periodo de la Junta Provisoria, su sucesor Don Carlos Antonio López utilizó los recursos económicos implementándolos en el progreso del país, en la educación, economía, comunicación, y tecnologías de la época que llevarían al poco percibido país, a la vista de los grandes peces del mar…

Se encontraba en su apogeo, no tenía deudas externas, estaba constantemente avanzando, se seguían explotando los recursos naturales ya utilizados por el anterior gobernante y con los nuevos implementos se consiguió la receta perfecta para el país que ascendía rumbo a una nación ideal, condición desfavorable para potencias contemporáneas, ya que la pequeña nueva República se estaba convirtiendo en una nación de acero. Luego de su muerte y la toma de su hijo Francisco Solano López, éste último reestructuró por completo al Paraguay, era comparable a las potencias mundiales de la época, no existía el analfabetismo, y el guaraní era ya valorado como idioma nacional.

Llegó la Guerra Grande, sí, esa que destruyó a la floreciente patria convirtiéndola en nada más que cenizas, al mando del segundo Presidente Constitucional, quien peleó contra tres naciones fuertes, y como bien todo paraguayo sabe, existen dos posturas respecto a este representante, por una parte de la héroe, y por otra la de tirano, pero eso no es lo que importa en esta fecha memorable, a pesar de las pérdidas territoriales, de la abismal disminución demográfica, de la destrucción económica casi permanente, a pesar de las tantas penurias que pasaron las mujeres que quedaron en vano esperando el retorno de sus maridos con un ser viviente desconocido en el vientre, a pesar del hambre, de la masacre, de las enfermedades, de las cicatrices que dejó la guerra en las almas de los sobrevivientes que ya de vivos poco tenían, en medio de tanto caos, de tanto silencio, de tanta desolación, de escombros y polvos, poco a poco hicieron surgir a un reducido Paraguay, que tal vez ya nada tenía, excepto unos cuantos valientes que decidieron enfrentar la realidad con la mira hacia el frente a pesar de las limitaciones, fue como un renacer del ave fénix, pero fue tan pausado debido a tanta destrucción, que el amado país no volvió a ver el cielo con los mismos ojos de estabilidad y grandeza, aunque es lo único que se merece, sacudirse por fin las cenizas de la Guerra primera, de la Guerra del Chaco, de las deudas externas, de las deudas impuestas, de las traiciones políticas, de la amnesia patriótica…

Este bello país, mi querido Paraguay, sigue teniendo los recursos que poseía doscientos años atrás, tiene sí, menos territorio, pero no deja de tener ese suelo fértil que deja en su seno crecer lo que tiernamente se apoye en él, no deja de tener agua dulce, no tiene playas ni mar, pero tiene agua, bebible, tratable, que saciará la sed aún por más tiempo de lo imaginable; la fertilidad del suelo provee casi gratuitamente alimentos para los animales, todos los recursos están presentes para ser una tierra rica una vez más.

Estamos hoy aquí, los más de seis millones de paraguayos, sin importar en el país que vivamos, tenemos el privilegio de vivir en este año conmemorativo, no solamente del cumplimiento de doscientos años de la Independencia del Reino Español, sino doscientos años de historia, de esfuerzos, de logros y grandes desempeños, de hombres y mujeres que sin dudar un solo segundo hubieran dado y dieron su vida por defender su nación, esa nación libre y soberana, que a pesar del pozo en el que cayó tan profundamente, no tiene nada que envidiar de afuera; la realidad es que cada uno, como en un año sabático, o como un año navideño, o uno que llene el alma de amor incondicional a esta, pequeña en tamaño pero no en corazón, tierra de ensueños que nos vio nacer, que nos regaló tantos sentimientos, tantos conocimientos que ningún colegio jamás enseñó, que nos dio paisajes naturales que ningún artista logró imitar en su obra maestra…

    No tendremos mucho material adquisitivo actualmente, pero todos sabemos que somos más ricos de lo que creemos, al salir al patio o a la calle tropezamos con frutas exóticas que en el mundo pagan elevados precios por saborear cada tanto, nuestras casas están gratuitamente perfumadas con distintas plantas, flores, y no necesitamos valernos de químicos para aromatizarlas, no necesitamos calendarios, el clima nos dice en que mes nos encontramos y por los aromas y los sabores y los colores diferenciamos las estaciones, vivimos en el paraíso en el que comprar vegetales no es un lujo de una vez al mes, donde lo que comemos tiene sabor en cada mordisco, donde los vecinos son familia y compañeros y no desconocidos sin nombres, donde hasta hace pocos años sentarse en la vereda a tomar tereré era una forma de poner los pies descalzos en la tierra para conectarnos con ella, para sentir su energía y para devolverle la nuestra, vivimos aún sin saberlo en el país de la abundancia, que con su particular magia nos encanta incluso en la distancia y nos llena de nostalgia, nos hace amarla y valorarla más que nunca. Tenemos en el suelo las medicinas para casi todo tipo de enfermedad y dolencia, y cada uno de esos millones como yo, en esta fecha tan especial, tenemos el privilegio de habitarla, de amarla y de valorarla, quizás no lo suficiente como deberíamos…
   
   Existen actualmente tantos problemas en el mundo que nos llevan a buscar refugio en el seno de nuestra madre guaraní, pero ya no hay cobijo en sus brazos que se vieron constante a permanentemente corrompidos no sólo por políticos como cada habitante juzga, sino por cada individuo que respira en el Paraguay. No podría dar una solución realista que sea instantánea, pero podría ir por una idealista, no sé si la solución sería un gobernante como el Doctor Francia que decida por  cada uno de nosotros porque simplemente no sabemos qué hacer con nuestras facultades y adquisiciones, hasta dejar de lado las deudas y volver al civismo impuesto so pena de muerte, y quizás pasar por un Don Carlos a continuación que sepa utilizar correctamente los recursos económicos y traiga progreso e instrucción para el avance del país, mientras que cada paraguayo sea vea agradecido por lo que tiene y aprenda una vez más a vivir como se debe… Lo que sí sé es que debemos dejar de quejarnos en el día a día de nuestras penurias cuando en realidad con nuestras acciones propiciamos un progreso estancado, que separa familias, que trae limitaciones a las comodidades del hogar, que acarrea más hambre, frío y desolación que una discordia bélica, porque la guerra de la corrupción, nepotismo, crueldad a costas de quien sea y el menoscabo patriótico no se vence con armas, con muertes, ni en uno ni en cinco años, no se vence con un ejército armado ni con masacres, pero sus consecuencias son deplorables y acarrean dolor y sufrimiento a las generaciones ulteriores, y si no tomamos el mástil de la tricolor bandera del rojo, del blanco y del azul que flamea bajo el cielo guaraní en nuestras manos hoy, estaremos simplemente sentados esperando ver hundirse en las cenizas a ese ñandutí de sueños que tantos entretejieron con sus propios dedos a lo largo de la historia y de la vida de esta maravillosa República que con orgullo nos llevar a ensanchar nuestros pechos y gritar a viva voz:

¡Paraguayos, república o muerte! 
Nuestro brío nos dio libertad; 
Ni opresores, ni siervos alientan 
Donde reina unión e igualdad. 

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