domingo, 27 de noviembre de 2016

Feliz día del ex niño


De por sí las generaciones venideras olvidan el pequeño detalle de que el día que celebran el 16 de agosto como un “reyes de mitad de año”, tuvo un origen bastante sangriento pero lleno de valentía.

Dicha fecha se celebra cada año como el día del niño, en las escuelas hay festejos, los padres se encargan de regalar algo a sus hijos como premio por ser infantes y no hay nada más emocionante para el retoño que recibir esas atenciones especiales antes de cruzar la frontera rumbo a la adolescencia.

En esta fecha emblemática una idea reiterativa se cuela en la mente, la igualdad y la felicidad para todos los niños de todos los estratos sociales, y con ello no se quiere implicar una mini guerra de clases y que la burguesía y que los ricos y que los pobres, porque Paraguay tiene un mayor problema que ese: por imposición las niñas se ven obligadas a ser mujeres.

Festejamos el día del niño, sin embargo la inocencia perdida de los mismos se ve acrecentando con el correr del tiempo, alguna vez la preocupación de los defensores de los Derechos Humanos radicaba en evitar que el niño trabajara para que no perdiera su condición de infante, pero ante los actos de pederastia a los que cada vez se ve en mayor proporción sometido, nadie se escandaliza, o tal vez sí y la mayor reacción es compartir una devastadora opinión en las redes sociales.

No existe mayor hipocresía que la de nuestra sociedad indignada porque en algún país del Medio Oriente hombres mayores desposan a niñas, mientras bajo nuestras narices día a día nuestras pequeñas, involuntariamente, se convierten en madres.

Poco antes de esta fecha, hizo un año que una niña de diez años dio a luz al hijo que le “regaló” su padrastro bajo la nariz de la madre –quien dicho sea de paso está a cargo de ambas niñas ahora- y no, esto no es un cuento más de Josefina Plá, es la vida real, es el día a día, no es ficción.

Ojalá nuestro mayor y peor problema fuera el embarazo adolescente, pero no, los pedófilos no perdonan a las niñas –y niños- y no existe ley real y efectiva que ampare a los menores, no solo de sus agresores, sino de sus propias madres que consienten dichos crímenes.

Esperemos que nuestra sociedad se despabile de su letargo, se sacuda el feudalismo que trae encima y se dé cuenta que allá afuera hay un mundo que tiene preocupaciones más actualizadas como el tener que importar basura para convertirla en energía, cerrar cárceles, otorgar la mejor educación en el mundo y gratuita hasta los postgrados, permisos de maternidad por meses, vacaciones pagadas, jornadas decentes de trabajo, salarios acorde a la preparación, experiencia y cargo; etc.

“Dejen que los niños sean niños”, ese debe ser el nuevo lema, tal vez se convierta en una frase pegadiza si la escribimos a continuación de un numeral “#dejenquelosniñosseanniños” y tal vez se viralice en las redes, a tal punto que lleguemos a comprender lo que arriesgamos por impedir que las futuras generaciones tengan una oportunidad de elevar a nuestra sociedad, sin la necesidad de usar de escalera a aquellas heridas emocionales que no terminan de cicatrizar jamás.

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