domingo, 27 de noviembre de 2016

¿Te soñé?


Recuerdo haberte preguntado aquella noche, qué pasaría mañana, me habías dicho que dolería un tiempo y que luego todo quedaría atrás.

A ratos minimizabas lo ocurrido, a ratos tu alma se derramaba a través de tus ojos porque sabías que ya nada sería igual. Hicimos una tregua, un limbo dentro del limbo, pretendiendo que nada había ocurrido y que todo ese dolor era parte de una mala broma que me gastaste y que yo te había seguido la corriente, te prometo que a ratos hasta me creí esa mentira, así era menos doloroso.

Recuerdo que esa noche tuvo el final que menos esperaba, no pensé que todo aquello implicaría un cambio radical en esa vida tan efímera que compartimos en ese espacio y en ese tiempo que dejaban de existir cuando nos juntábamos, allí donde éramos solos tú y yo, allí donde las horas no corrían, allí donde el mayor de los sueños era que no acabara, que fuera real, que nos pudiéramos amar, así, intensamente, siempre. Una eternidad puede implicar a penas días, y ese eterno momento a tu lado fueron solo segundos, pero esa noche, esa terrible noche, duró demasiado, horas, días, semanas y duran aún unos meses.

Y tuvimos todo aquello que no creímos encontrar jamás, y vivimos intensamente como si no hubiera existido un mañana, nos amamos, nos amamos locamente antes de que la realidad nos reventara los sesos con un mazo para darnos cuenta de que no podíamos simplemente ser así de felices y ya.

Desafiamos demasiadas teorías, muchas reglas naturales, ciencias, química, física y lógica, jugamos con planos establecidos y la vida nos cobró caro, nos empujó, así, sutilmente, nos dejó sentir, nos hizo necesitarnos, sin tu piel no existía absolutamente nada.

Los dos, un apartamento vacío, una ventana, un horizonte, una ciudad callada que no sabía de nuestra complicidad, de nuestra pertenencia, de nuestro sentir único e inigualable.

La realidad nos pegó con un mazo, sí. Quisimos desafiar a la naturaleza, en realidad por un breve momento lo hicimos, pero nada es gratis, y además olvidamos aquello fundamental que nos había advertido desde el comienzo: nuestra humanidad.

Esa humanidad implicaba amar sin límites, poseer y ser poseído de la manera más sutil y a la vez intensa, pero a la vez implicaba cometer errores, equivocaciones abismales que impedirían volver ese no tiempo atrás y simplemente olvidarlo todo, para volver a empezar y a disfrutarnos en ese invierno de lluvia, yo al lado tuyo, tú al lado mío, sintiendo el palpitar de tu pecho.

Pasó una eternidad desde aquella vez que nos fundimos en ese limbo al que llamamos nuestro, y nos perdimos en ese no tiempo, en ese no espacio y confundimos la realidad con la fantasía, y pensaste que lo ocurrido sería olvidado fácilmente, y te equivocaste pensando que todo aquello que me diste daría suficiente peso en la balanza, para simplemente olvidarlo todo.

Te amé tanto, no me importaron ni las circunstancias ni el tiempo, decidí obviar demasiados detalles para disfrutarte, así como yo quise, así como a ti te gustaba, hasta que supe que algo había sucedido, que nuestro sagrado lugar había sido violentado por fuerzas ajenas, tal vez inclusive maléficas y envidiosas, y lo peor de todo fue que tú lo permitiste.

Hoy eres parte de un recuerdo, que me viene cada tanto cuando transito los pasos que dimos juntos, cuando miro al horizonte y nos veo allí parados hablando sobre planes y futuros inciertos, que nunca se llegarían a concretar. Y ya no duele, no duele tanto, y hoy ya no pienso en el porqué, simplemente te guardo en mi mente como un recuerdo más, uno que casi pienso fue tan solo producto de un sueño. A veces pienso que te soñé, no tenemos una sola fotografía juntos, no nos dio el tiempo de tomarnos una porque teníamos toda una vida por delante, una vida en la que haríamos propia una rutina cargada de abrazos, charlas y buenas películas, de caminatas, viajes y risas, de cartas, juegos de mesa y buena música, por eso no hubo apuro.

De a poco te dejo ir, supongo que aprendí algo, pero sé que disfruté, de ello no me arrepiento y ni tú ni nadie me podrá jamás sacar eso. Quedó en mi memoria tu perfume y la temperatura de la piel de tu cuello cuando apoyaba allí mi cabeza cansada, el lugar más seguro del mundo hasta que tú decidiste destruirlo completo; y recuerdo tus manos y tus dedos entrelazados con los míos y tu risa entrecortada y tus llamadas a medianoche. Quedó tan atrás todo, tan allá que ya no estoy segura de que hubiera ocurrido en esta realidad que nos terminó por abrasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario