¿Recuerdas acaso aquella lejana vez que nos
cruzamos algún tiempo sin relojes en el que coincidimos cuando presentaste tu
primer libro? Sí, soy yo la misma a quien le autografiaste el libro y cuyo
nombre te sonó tan familiar a pesar de nunca antes haberme conocido. Pues,
tengo algo que contarte.
En un plano diferente, tiempo después cuando
ya no coincidimos en edad pero sí en ganas de conocernos y de compartir algo
más que un apurado intercambio de palabras, te encontré y allí estabas, maduro,
un hombre hecho y derecho, con una timidez olvidada y más que decidido, y a
pesar de tus grandes logros y de ser tan interesante en todos los aspectos,
había en ti un intento acertado de modestia que a veces aparentaba humildad,
humildad de saber que todo lo logrado fue gracias a tu esfuerzo, pero a la vez
de no olvidar lo que te tomó llegar a donde estás.
Debo confesarte que, a pesar de haberte conocido
en ese preciso momento quince años atrás y de la atracción que sentí por ti
cuando te escuché hablar; supe efectivamente que no eras mi amor; mi amor aún
me habría de encontrar tres lustros después para hacerme caer rendida a sus
pies, perdidamente enamorada, sin retorno.
¿Te gustaría saber cómo serás en el futuro?
Sé que es capcioso conocer aquello que sucederá con uno mañana, porque tal vez al
saberlo ello implicaría cambios prohibidos en el presente que terminarían por
afectar en demasía el futuro, pero no te preocupes, que esta carta peca de
inocente y no causará mayor estragos que un amor estable y puro dentro de
algunos años.
Déjame que te describa cada una de las características
que te componen, en el hoy mío, en el mañana tuyo: Eres el hombre perfecto, la
pieza que le faltaba a mi rompecabezas y todos los clichés de la historia
universal “mi media naranja”, “mi otra mitad”, “mi complemento”, “mi alma
gemela”, “el amor de mi vida”.
Te habrás de convertir –pues no sé cómo
eras antes- en un hombre maravilloso, atento, gentil, romántico, hermoso por
dentro y por fuera, inteligente (es evidente que siempre lo fuiste) y risueño;
si hay algo que amo de ti es tu sonrisa, esa sonrisa con los dientes encimados
tan característicos, tan representativos, tan tú. Pero sería una vil mentira
afirmar que lo único que realmente amo de ti es tu sonrisa, no; no podría
limitar tanto la lista, aunque tampoco podría enumerar todo, sería
interminable.
Amo tu mirada, sí, esa mirada de cejas
gruesas con una cicatriz en el lado izquierdo que enmarca con mayor intensidad
cada gesto, cada pensamiento que se cruza por tu mente, esa forma en la que me
miras y con la que me dices todo aun estando en silencio; tus manos, perfectas,
son las que desde que nuestros caminos se cruzaron no soltaron las mías; tu
voz, ¡qué maravilloso don! (Dios sí que te tiene un cariño especial), al
hablar, al cantar, al susurrarme al oído lo mucho que me quieres y lo
importante que soy para ti; está además ese otro atributo que más adelante
conocerás, ese que tanto me encanta, ese que al ser alabado genera que una risa
se te escape con el gesto infaltable entre incredulidad y sorpresa, ese que inmortalizaré
en mármol dentro de algún tiempo.
Quererte me hace bien, me da energía,
renueva el aire que respiran mis pulmones, me hace sonreír todo el tiempo, me
permite ser vulnerable en tus brazos, que ambos seamos uno cuando estamos
juntos y que mis manos puedan demostrar la alegría que me da volverte a ver (se
me congelan, pero ya le vas a tomar el hilo a eso).
Pero lo que más me gusta de la interminable
e infinita lista, es la combinación de dos seres: tú y yo; ni te imaginas el
par que seremos en el futuro, debido a una conexión automática que tuvimos en
un principio y que supimos mantener con el tiempo, acrecentando nuestro amor,
que es una mezcla perfecta de todo aquello que nos gusta a los dos: pasión y
dulzura.
No te esfuerces por acelerar el tiempo para
encontrarme, falta mucho aún, pero cuando nos volvamos a cruzar te prometo que
valdrá la pena, valdrá cada segundo de tu tiempo dedicado a mí, valdrá cada
beso, cada caricia, cada momento, me encargaré todos los días de que te sientas
tan querido como nunca antes y de ser tuya, siempre, como alguna vez en
silencio te lo prometí.
No recordarás nada de esto ni aun cuando
nos volvamos a encontrar, es mejor así, ya que el tiempo tiene sus razones y
aún nos quedan algunas experiencias por vivir antes de que llegue ese momento
que cambiará por siempre nuestras vidas, ese momento que entre bromas lo atribuirás
a brujerías debido a que tu lógica no encuentra mejor (ni más descabellada)
justificación a eso loco que habremos de sentir el uno por el otro. Nos vemos,
amor mío, y aunque tampoco recuerde nada de esto, de alguna manera te estaré
esperando, para que así, en el tiempo oportuno, nuestras almas se reconozcan y
vuelvan a ser una sola.
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