No
sabía cómo describirte, te sentí un oasis pero en realidad eres un espejismo,
sí, eso eres, nada más que un pedazo de vidrio roto que en contacto con el sol,
brilló, simulando ser una refinada pieza de cristal.
Vistes
de alta hipocresía cada día, tu galantería es para con todos, coleccionas
amigos y sonrisas, y los llevas colgando en el bolsillo.
Tu
estilo rebuscado y tu sabiduría oriental engalanan los sentidos de desesperadas
mujeres por una gota de atención.
Estoy
en todas partes pero en ningún lugar estoy, son invisible, soy un secreto de
tus prostituidos días cargados de silencios y disimulos.
Mentiras
guardas como tarjetas personales en tu billetera, y al ser descubierto,
inventas un sensible tema de conversación, excusando tu tachable actitud.
Y eres
sí, un patético pirata con algunos trucos bajo la manga y me lo repetiste más
de cien veces y en ninguna te escuché, y robas tesoros y regalas tesoros y te
luces con imágenes y palabras que no son tuyas, y te atribuyes ideas y acciones
de menciones ajenas, y eres un maldito fantasma disfrazado de atractivo mago,
que no tiene vida propia, ni lugar propio, ni sentir propio.
Eres
menos que el polvo que cubre un viejo mueble abandonado, ya que pocos te
conocen realmente y menos te quieren por lo que eres en verdad; la mayoría
sigue embobada como una colectividad ovejuna cada absurdo paso que das, y te
aplauden y te veneran y al final del día estás más solo que un perro callejero
y recurres a tu ciencia, a tu filosofía de vida, a tus juguetes dorados y a la
música de aquella época en que te permitiste ser libre, solo para sentirte
acompañado y no escuchar el silencio de la soledad que te rodea.
Y
tienes algo que no tienes y profesas ser alguien que no eres, y vendes sueños
que ni tú crees, e inventas grandes historias que las ovejas se las tragan y
que yo en silencio lamento hasta el aburrimiento oír.
Y aun
así eres demasiado para mí, y aun así soy mucho para ti y nuestras paralelas
vidas comparten un plano en un mismo tiempo, y tú avergonzado no me luces y yo
avergonzada te aparto y vivimos juntos un teatro inexplicable, ya que ambos
actuamos pero olvidamos el guión y hacemos propia esa vida detrás del telón y
te importo lo suficiente para que me olvides en tu día, y me importas lo
suficiente para que ello no me moleste.
Y
estoy aquí, y estás allá, pirata de tesoros inexistentes, de burdos cuentillos
que salieron de tu limitada imaginación, en donde se mezclan tu álter ego, tu
pedantería crónica y el exceso de atención.
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