domingo, 26 de julio de 2015

Te pedí que te quedaras


Te pedí que te quedaras,
pero creo que no me escuchaste,
te pedí que no dejaras de amarme
y toda solicitud fue en vano.

El peor dolor que existe
es aquel de saberte mío
y al instante perderte para siempre,
tenerte físicamente,
allí,
al lado mío
pero con tu mente y corazón distantes,
perdidos en una muda letanía,
ayer mío, hoy ya no.

Sin descanso te busqué.
Me detuve a preguntar,
a mirar mil rostros diferentes,
ninguno era el tuyo,
ni si quiera tu rostro era tuyo.
Ese rostro familiar se tornó irreconocible.
Ya no estabas, te perdiste,
me prometiste que no lo harías.

Las manos que daban sostén,
se encontraban egoístamente
en tus cansados bolsillos
que guardaban los secretos
de un pasado difícil de olvidar.

Estuviste en coma por unas semanas,
perdiste la memoria de lo que te hizo daño.
Me amaste sin miedo, sin condiciones,
te amé sin temor, sin imposiciones,
nos amamos como dos locos.
“Dos locos enamorados”.

Hoy no recuerdo si fuimos más locos
que enamorados o más enamorados
que locos, pero te amé con locura,
y eso fue suficiente.

No te quise perder, creo que te lo dije,
creo que te lo reiteré dulcemente,
e hiciste una vana promesa que no pudiste sostener.
Y no te perdí, nunca te tuve.

Pero estoy de luto,
lloro una pérdida irreal
de un amor utópico,
de un limbo atrapante,
de una magia inolvidable,
de un amor único,
que apenas fue y se extinguió.

La mente juega trucos peligrosos,
esta vez el contraproducente pensamiento
agotó todas las instancias del corazón.

Y estás a mi lado, y estás lejos,
y te tengo, pero nunca fuiste mío;
aun así tu boca fue mi alimento,
tu piel, mi tacto;
tu mirada, el reflejo de la mía;
tu voz, el susurro en el silencio atrapante.

Y aun así fue real, no tengo cómo probarlo
excepto por aquello loco que nos permitimos sentir,
ese trágico amor exquisito que no tenía mayor horizonte
que el desastre inminente.
Pero, ¡sí que te disfruté!

Te encierro en un rincón de mi mente
y vuelvo a la etapa de coleccionar retazos de tu rostro:
Para imaginarte, imaginarme, imaginarnos,
siendo demasiado, todo, bastante, mucho, lo suficiente;
para ser felices y para rompernos en diez mil pedazos
al separarnos.

Te dejo ir, amor, por nuestro bien.
Es necesario retomar aquella cordura que nos abandonó
hace ya casi un tiempo indeterminable.
Te dejo partir; el limbo ya no nos pertenece,
ya no le pertenece a nadie ni a nosotros,
porque sin nosotros,
el limbo no existe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario