Tenía
la típica vida cotidiana. Trabajo, responsabilidades del hogar; una rutina
formada.
Un
día, como cualquier otro, llegó a su casa, abrió la puerta y sus muebles ya no
estaban, primero pensó que había sido robada, pero al fijarse mejor, notó que
la casa no estaba vacía, sino que diferente, extraña.
Un
pequeño gentío apareció murmurando quien sabe qué, vestidos de forma
inadecuada, y se atrevía a pensar que, bizarra.
Ella
les preguntó qué hacían allí, cómo entraron, y les pidió amablemente que se
fuera. Ellos no le prestaron atención y continuaron en lo suyo.
Se
enfadó terriblemente por semejante atrevimiento, en ese mismo instante ellos
sintieron un repentino frío, las luces parpadearon y la puerta principal se
abrió; sintieron que no eran bienvenidos. Ella no sabía la verdad, como no lo
supo durante los cincuenta años que ya habían transcurrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario