Miro atrás y veo tu caminar, tus errantes pasos sin ritmo ni determinación con tu diestra mano corriendo los rizos que impiden tu horizonte mundano seguir mirando.
Recuerdo tus pensamientos, tu voz y ese incoloro aroma que de tu cuello emanaba mil voces colgadas en el aire del instante que te vio pasar.
Miro atrás y te veo y me detengo a escuchar, cien ideas que mi boca empezaban a llenar, tu falta de atención, tu apuro, veo todo y vuelvo a mirar para darme cuenta de que todo esto ya ha quedado muy atrás.
Quedó atrás el tiempo en que te sentía mío; quedaron en el olvido de una memoria escurridiza, esos pasos que acompañaban a los míos a donde fuera que esos pies incansables nos llevaban.
¿Recuerdas acaso esos momentos en que sin darte cuenta en tus manos me tenías, cuando tu esencia quería y cuando mis labios poco o nada sin los tuyos existían?
¡No!, simplemente se enterraron en tu ser, se esfumaron como recuerdos poco importantes como banales experiencias de un tiempo perdido.
Creí conocerte y creí tenerte no de imprudente manera, creí y me equivoqué, y ¡qué grande fue mi equivocación!, ya que ahora al verte todo está tan claro, tan inerte...
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