viernes, 20 de noviembre de 2015

Inoportuno: “Fuera de tiempo o de propósito”


Así debería de denominarte, ya que apareciste en mi camino “fuera de tiempo”, aunque tal vez, haya sido el tiempo exacto, no estoy segura, solo sé que no pretendo quererte como si no hubiera mañana, porque simplemente decirte adiós, podría acabar conmigo.

Las despedidas ya me cansaron, no podría decir que me aburrieron porque normalmente el dolor no deja mucho espacio como para que otro sentimiento comparta lugar con él. No deseo despedirme, me cansé de deshidratarme a puro llanto, sufriendo por la idealización de algo que nunca tuvo futuro desde sus comienzos; ya no quiero llorar.

Inoportuno pero encantador, ¿no es acaso más inoportuno? Sabes hacer todo aquello que hechiza, tus intenciones son francas y tus fuerzas inagotables, no te rindes, no te das por vencido, no pierdes un solo minuto de tu tiempo, y aquí estamos, tú con el Carpe Diem y yo intentando no exponerme, no sentir y por lo tanto, bajo ninguna circunstancia, enamorarme.

Aquí me tienes, pendiente de ti y de todo aquello que te rodea, y eres una completa sorpresa en mi vida, y rompes mis esquemas y yo los tuyos, y somos tan semejantes y tan diferentes a la vez, y no me aburres y me robas sonrisa tras sonrisa, y ya se me agotaron los artilugios para no caer perdidamente enamorada de ti.

Te quiero y me quieres, pero no deseo más, no sé ni qué deseo, solo sé que quiero encerrarme en mi mundo a esperar a que te vayas y que todo sea más fácil desde allá, adentro, en el fondo, sin escuchar tu filosófica voz haciendo preguntas retóricas existenciales que sin duda no puedo responder.

Y eres para mi desgracia un todo imperfecto, tal y como me gusta, y me conoces demasiado aún sin conocerme, y valoras mi unicidad y la destacas entre halagos, caricias y gestos, mi pregunta retórica-filosófica-existencial es la siguiente: ¿Por qué ahora? Muchas veces la vida, el destino o como quieras llamarle, nos presenta oportunidades únicas que simplemente no podemos dejar pasar; por lo general no encontramos la moraleja hasta después de mucho tiempo, si es que logramos hallarla. Estoy en medio de una duda magnífica, si eres así conmigo, si posees todas las cualidades que se me antojan, entonces ¿qué enseñanza podría sacar de enamorarme perdidamente de ti para luego decirte adiós?

Soy una persona que piensa en todo, que reflexiona, tal vez en demasía, pero por lo general no puedo evitarlo, y esto me lleva a preguntarme ¿por qué nos enamoramos de quién no pasará el resto de sus días a nuestro lado? No me refiero a una decisión tuya sino a que yo deba partir y dejarte así como si todo hubiera sido nada más que una linda experiencia de intercambio por unos cuantos meses.

Lo siento, no puedo arriesgarme tanto, no puedo invertir todo en amarte para luego tener que dejarte ir, soy tal vez egoísta o quizás simplemente débil, lo que es bastante triste; y de solo imaginarme esa escena, despidiéndome, oigo a mi alma apedazarse.

lunes, 26 de octubre de 2015

Reflexiones de un día cualquiera


Dicen los que saben que la percepción es muy importante, que permite dilucidar aquello que los sentidos no captan y mal interpretan o simplemente no quieren interpretar.

Mi percepción me dice algo que mis sentidos no logran captar, algo que se me está escapando de manera escurridiza y que no logro definir, ese algo lo es todo, ese algo es clave pero no sé qué es.

“No todo lo que brilla es oro” y “cuando el milagro es muy grande hasta el santo desconfía”, son dos frases célebres más que acertadas, además de “no hay peor ciego que aquel que no quiera ver”, y quiero ver, me da miedo saber lo que descubriré pero tarde o temprano lo haré.

Ojalá el tiempo se detuviese para así poder pensar con claridad, con soltura y dejar de tomar decisiones precipitadas una tras otra, ojalá aprovechara mejor el tiempo para tomar esas decisiones, y ojalá las decisiones difíciles pudieran ser tomadas por una suerte de oráculo que sabe lo que es mejor para mí y cuya decisión es indiscutiblemente acertada. Ojalá, pero no es así.

Ojalá los seres humanos fuéramos más sensatos en nuestro proceder, dañamos el ambiente que nos rodea, lastimamos a quienes nos quieren, nos aislamos cuando nos necesitan, abundamos cuando se quiere estar solo, hablamos cuando es inoportuno y callamos cuando el otro solo espera una palabra de nuestra boca, y el orgullo nos traiciona y no pensamos con la cabeza, pensamos con el impulso y así se nos pasa la vida en un abrir y cerrar de ojos.

Interpretamos mal reacciones ajenas, emitimos señales erradas que terminan por causar estragos de alguna u otra manera, nos equivocamos más de lo que acertamos, y luego nos arrepentimos de lo que hicimos, o dejamos de hacer.

Esto de vivir en la sociedad, como parte de ella es una cuestión de convenciones, y a pesar de las reglas generales que se encuentran estipuladas, esto parece ser una ecuación compleja en manos de un literato.

Y el estrés abunda y lidera nuestras vidas y no hay tiempo, no hay un minuto para detenernos y relajarnos porque siempre hay algo que hacer, y nos olvidamos de tener tacto con los demás y usamos tonos de voz que son ajenos a nuestra naturaleza pacífica, y día a día destruimos aquello que más amamos, somos predadores de lo que nos es indispensable.

Nos hablamos con ausencia de vocativos como si el otro tuviera la obligación de darse por entendido o darse por querido porque claro, es una pérdida de tiempo hablarle a una persona dirigiéndonos a la misma por su nombre o por aquel bello sustantivo que alguna vez prostituimos repitiéndolo como disco rayado.

Y se nos pasan los años y así la vida, suponiendo demasiado, suponiendo que todos los demás entienden nuestra lucha interior, suponiendo que seremos incomprendidos y que lo mejor es callar hasta reventar, y suponemos que somos los únicos que pasamos por eso, que todos los demás tienen su vida resuelta detrás de esa sonrisa falsa que visten cada mañana y que a la noche en la privacidad de sus habitaciones, cuelgan en el closet y que luego la transmiten a través de fingidos emoticones con mil gestos diferentes que hace tiempo no son lucidas con sinceridad.

Damos por sentado todo en nuestra rutina, y cuando algo cambia abruptamente, cuando alguien se marcha porque no da para más, quedamos sorprendidos e hipócritamente ofendidos ya que no lo esperábamos, pues claro, pensamos que con el mínimo esfuerzo, todo estará en el lugar que corresponde.

Vivimos una vida llena de actividades que carecen de verdadero valor, llenamos de ocupaciones nuestros días y no permitimos que siquiera quede un momento significativo en cada jornada, que mañana se convertirá en un bello recuerdo que tal vez al recurrir a él en momentos aleatorios, nos robe una sonrisa sincera, de esas que no se necesitan forzar.

Al final de una no breve cantidad de tiempo transcurrido, coleccionamos honores, logros académicos, fotografías de buenos momentos que en realidad no reflejaban absolutamente el contexto, y poseemos más objetos que carecen de importancia, y coleccionamos amigos virtuales y nos olvidamos de cómo olía un libro nuevo y como sabe una buena taza de café recién molido, nos olvidamos de recordar esos pequeños detalles que los demás tuvieron por un buen tiempo con nosotros y que dimos por sentado, como todo lo demás, como el éxito logrado en distintos ámbitos cuando nos olvidamos de ese chiquillo que todos llevamos dentro y que alguna vez fue el motor de nuestros sueños que nos llevó a estar parados donde estamos hoy.

Ojalá me deshumanizara un poco en el día a día, no para ser aquella definición peyorativa de “deshumanizada” sino para perder aquel defecto de la humanidad que tanto daño causa, que tanto dolor transmite, que genera malos ratos, carencias de risas y de Carpe Diem, ojalá volviéramos todos a esa cualidad animal que nos identifica en las ciencias naturales, no para volvernos salvajes ni nada por el estilo, sino para ser más agradecidos con lo que nos rodea, que nuestra mayor preocupación sea alimentarnos en el día a día y mantenernos con vida y que lograrlo sea motivo de algarabía, y que no llenemos nuestra rutina de actividades, labores, compromisos que nos llevan a mayores adquisiciones y que al obtenerlas nos damos cuenta de que jamás estuvimos más lejos de ser felices, de sentirnos amados, de estar agradecidos. Con esto no afirmo una relación unívoca entre adquisiciones e infelicidad, más bien me refiero a que a veces estamos tan ensimismados en la meta que olvidamos disfrutar el camino, y cuando por fin la alcanzamos, esa expectativa de explosión de felicidad en el pecho no es más que una vaga chispa que ni pudo encender una pequeña llama.

Irónicamente yo misma debería de aplicar esto a mi vida, son tan breves los momentos de reflexión, de disfrute, de felicidad que pareciera que me veo absorbida por una rutina que ni siquiera la considero mía, a veces pareciera que vivo una vida ajena, mientras espero a que llegue mi suplente, tome mi lugar y me diga que soy libre de irme a hacer lo que quiero.

Es patético, lo sé, no tengo la certeza de tener más adeptos en esta pequeña reflexión, sin embargo no creo ser una isla que interpreta de una manera tan aislada las circunstancias que le toca vivir, o que yo misma en realidad atraje a mis días.

Vivimos en una época, en una sociedad que tiene la cura para todo, sin embargo jamás he visto gente más miserable, taciturna y con semejante una mirada perdida, caminando como autómata sin vestigios de felicidad y satisfacción en su rostro; hay pastillas para todos los males: para la depresión, para la ansiedad, para el estrés, para dormir, para mantenerse despierto, para los dolores de cabeza, los dolores musculares, para todo tipo de expresión y sensación que nos recuerde que nos componemos de emociones, que sentimos, que sufrimos, que amamos y que extrañamos y que nada de eso es correcto.

 Ojalá recordáramos descalzarnos para conectar nuestros pies a esa tierra que nos vio germinar, ojalá disfrutáramos de la lluvia, del frío, del calor y de las flores primaverales, ojalá el aroma a flor de coco en el mes de octubre nos robara una sonrisa por hacernos recordar que se acerca la navidad en vez de deprimirnos porque ya se acaba el año y que una vez más postergamos mucho, no alcanzamos a efectuar ni la mitad de la lista que nos planteamos ejecutar la última vez.

Ojalá fuéramos agradecidos con aquello que nos rodea, no a manera de un patético conformismo, sino que nos diéramos cuenta de que hoy es el momento, hoy es el momento especial que tanto esperábamos para lucir aquella prenda que guardábamos con celo en el ropero, hoy es el día para usar ese perfume, para vestir una bella sonrisa y dar los buenos días a cualquier persona que esté dispuesta a recibirlos, y así que la vida se nos llene de aparentemente insignificantes momentos que en su suma nos den aire, que eviten que nuestro pecho se llene de puntadas, nuestras noches de insomnio o pesadillas y que levantarse por la mañana no sea tan difícil al igual que acostarse por la noche.

Ojalá viéramos que el don de la vida es suficiente para ser felices, que todo lo demás es un mero producto del marketing que otros seres humanos inventaron para llenar de papeles impresos en color verde sus sofocados bolsillos, ojalá nos diéramos cuenta de lo que realmente importa y que no es egoísta permitirnos ser felices, hacer lo que nos guste sin tener que justificarnos y amar con locura, con pasión lo que sea que amemos, como si no existiese un mañana.


Photo: Biera Cubilla

jueves, 22 de octubre de 2015

Pasado

Ha transcurrido más tiempo sin ti que ese brevísimo plano que compartimos, una vida atrás, o tal vez dos.

No puedo escuchar esas músicas que juntos vivimos noche tras noche, entrelazados en el silencio, no puedo simplemente pretender que ya te olvidé, eso implicaría suponer que no fuiste suficiente y ojalá no lo hubieras sido.

La primera canción que me habías dedicado hablaba de dejarte entrar a mi corazón, una letra cursi pero con un ritmo tan peculiar como tu personalidad, y en el coro decía que el amor aparece cuando uno menos espera y nada importa, ni el lugar, ni la edad, ni el tiempo. Es complicado conocer a tu alma gemela, a ese ser que te complementa, que encaja perfectamente contigo y que luego la vida decida que no es oportuno y que tal vez nunca se vuelva a repetir. ¡Gracias, Vida!

Los meses pasaron lentamente, al comienzo fue peor porque sabía que mis manos no estarían unidas a las tuyas por la eternidad, se sentían incompletas y vacías sin tus dedos enredados con los míos, como aquellas veces en las que podíamos tomarnos horas solamente para acariciarnos, para mirar cómo la mano del uno encajaba con la del otro como si no hubiera habido en la tierra mejor espectáculo, y no te mentiría si te digo que podría pasar nuevamente hora tras hora, haciendo exactamente la misma tarea.

Te extraño tanto que debo enfocarme en olvidar que exististe, pero día a día, a pesar de todo, sigues ahí, clavado en mi mente y ya se me están acabando las estrategias para sacarte de allí.

No nos dio el tiempo de tomarnos una foto, fuimos imprudentes al pensar que estaríamos siempre juntos, que no había apuro, que la única prisa que teníamos era la de vernos y envolvernos en besos y caricias hasta que la realidad nos pegara fuerte y nos dijera que ya era suficiente por ese día.

Y sé que te disfruté cada segundo, cada instante que te tuve conmigo, a mi lado y sé que no me puedo reprochar nada porque te di más en ese breve tiempo que a nadie en toda la vida mía.

En ese mundo de ficción tuvimos todo, pero no era más que eso, una ficción insostenible; un amor fundado sobre bases de nubes y aire en cuyo horizonte se divisaba un inminente colapso. Y pensar que nos dimos el gusto de planear nuestras vidas, juntos; la rutina que llevaríamos, y cómo estarías para mí y yo para ti, y así fue, y funcionó para nosotros por un tiempo.

Sin embargo, te extraño, te tengo aquí atragantado en el medio del pecho y no sé cómo sacarte de allí, a pesar de todo, a pesar de haber roto todo parámetro que establecimos implícitamente desde que nos enamoramos.

¡Ay! ¡Nos enamoramos! Sí, fue apresurado, loco, incoherente, absurdo, pero ¿acaso para el amor hay reglas o estándares? Y si las hay, no me interesa oírlas, solo me importa tu voz, tu tacto, tu calor y tu existencia, que ya no está cruzada con la mía, que tan atrás quedó, que ya no recuerdo cuándo fue, que ya no estoy segura si fue o no y no sé si te soñé o fue real. Sí, tal vez te soñé, tal vez te imaginé porque me es imposible aceptar el hecho de haberme enamorado de mi alma gemela y no haber tenido una oportunidad un poco más larga, con más trama, así, como para no olvidarte jamás y que me dolieras más al despedirme de ti, porque hasta el dolor de perdernos hubiera valido con tal de haberte podido disfrutar un poco más, solo un poco.

Debo dejarte ir, no puedo siquiera imaginar que habiendo sido uno, hoy seamos dos completos extraños que pretenden no haberse jurado amor eterno frente a aquella luna llena que fue el único testigo, callado en el silencio de esa interminable noche que llegó a su fin.

Ph.: Biera Cubilla 

lunes, 19 de octubre de 2015

Let me tell you something about him


Let me tell you something about him, but I must warn you, only by the things that you will read about him, you might get deeply in love with him.
He is the most perfect man on earth, yes, I know, every girl says that when she’s in love, but not me, I got to tell you that at first I just observed him, from the distance, to read him, to understand his intentions, and I was wrong since the beginning.
I thought different about him since the first minute we meet, his smile made me smile and by the way he looked at me while smiling and trying to hold my hands on that table of some Japanese restaurant, I was shaking inside, my hands were cold, I couldn’t concentrate.
I really do not believe in first-sight-love, but now that I love him in such short amount of time, I must affirm that since that first night, we just clicked and he always said we would it, and I always said we wouldn’t.
So the days went by, also the weeks, and now we can’t be apart from each other, he is just the way he should be, you know? He is the perfect combination between intelligence and attractiveness, he is smart and kind, he laughs at my jokes and he always looks at me as if I were the only person in the world, and did I tell you that when I am with him, I can’t stop smiling? I think that sooner or later my cheeks will hurt so bad…
He is independent and he knows what he wants, he doesn’t waste his time and he will do anything to spend all the free time he has, with me.
Every time he looks at me and says “Hello my love” with that particular way he has and his very own accent, I actually forget how to speak at all.
He is that kind of man that will write to you a letter and will sign it “Yours”, that kind that will hold your hand while driving, that kind that won’t let anything to interfere his special time with you, and when he holds you, oh dear! That must to be how heaven feels like.
He is that perfect kind of man that is always happy to see you, that asks about your day and says to you to take care when you go home, that one who tells you to spend the night just because he won’t let you go, and you both know that sleeping together, holding each other, is perfection.
He is that half that I was missing, and he loves me as much as I love him, but sometimes we aren’t sure if the other one realizes it.
He knows that I am special and different and he loves that about me, he respects me and he is very gentle, he doesn’t need years to get to know me (me neither), he already knows what I like or not, what I do or not and he just…, he lives every day as the last.
I adore him, he is my other half, and we both are writers, but I have no words to describe him as he is; he makes me feel things I never knew that existed or I only have read about them in some old books.
He is proud to walk next to me, to hold my hand, to hold me and he is only “worried” about being happy and making me happy and comfortable. And yes, he is real, and I’m lucky enough to breathe the same air he breathes, to kiss his lips, to touch his skin, to caress his hair while he closes his eyes.
I know, you want someone like that too, we all do, I hope someday you will be as lucky as I am, to be as happy as I am, to count the hours to see him back, to embrace every single moment that you share, to miss him every single second that you are apart, I hope someday you will feel this for someone, because this is how I feel about him always.
*Photography: Biera Cubilla ©

martes, 28 de julio de 2015

Sonrisa eterna

       
    Ella, típica ama de casa. Marido, hijos, auto, hogar, barrio residencial.

    Dicen que cada casa es un mundo aparte, y esta no era la excepción.

   Ama de casa perfecta, obsesiva en detalles, esperaba una respuesta afectuosa y agradecida de sus cercanos.

  Los vecinos los admiraban, era la familia de portadas de revistas que se podrían titular “Cómo ser felices” y “El hogar perfecto”.

   La realidad detrás de las puertas diferente, con un esposo desinteresado e infiel y dos hijos aburridos y desagradecidos de semejante madre.

  Ella, abusada psicológicamente, había dejado en el pasado esas voces que le atormentaban, diciéndole que cometiera maldades.

 Luego de la cena impecable que había preparado por horas, de mala gana los tres se sentaron junto a ella a comer, sin saborear ni agradecer.

 Esa fue su última cena, envenenada.


 Con un filoso y preciso cuchillo de cocina, cortó los extremos de sus bocas, para que no dejaran de sonreír, nunca… 

lunes, 27 de julio de 2015

Encrucijada


Es increíble cómo todo puede cambiar de la noche a la mañana, “todo”, esa palabra baúl que abarca demasiado y no especifica nada; pues, cuando “algo” que creías importante afecta el rumbo de la vida, “todo” se ve perturbado.

De un día para otro te convertiste en ese todo que abarcaba cada rincón de mi vida, llenaste todos los espacios que ni siquiera sabía que existían.

Hoy mi alma está hecha trizas, el corazón late a mil, ya no por la confusión de emociones que me hacías sentir, sino por un cóctel mortal de ansiedad y desilusión. Así como supiste elevarme y hacerme flotar con un solo beso, con tu mirada; así también me hiciste caer de golpe y las heridas sangran y no coagulan.

Una noche apuntaste con el dedo índice a la luna. Dijiste que era el sol. Yo así lo creí.

La mente humana juega un papel importante en la cotidianidad de las personas, eleva, destruye, mata y crea ilusiones.

Pienso y no dejo de pensar, en qué punto exactamente me equivoqué, cuándo debía haberme dado cuenta, cuándo debía haberme apartado para siempre, aún sigo sintiendo que no debo hacerlo por más de que todo indique lo contrario.

Es imposible amar aquello que uno desconoce, eso dice mi lógica, mi mente, pero el amor carece de dicha virtud, no tiene pies ni cabeza, no tiene sentido, no tiene razón de ser, simplemente sucede y ya.

¿Recuerdas que compartimos un espacio y un tiempo en los que nadie más existía? Yo lo recuerdo como si hubiera sido ayer, pero no lo fue, ayer no estábamos ahí tú y yo, estaban dos casi desconocidos compartiendo el mismo espacio reducido de siempre que de repente se volvió inmenso y frío.

No era el lugar, no era el tiempo, eras tú. Tú iluminabas todo a tu paso con esa sonrisa que aún amo, pero sin ella no hay vida, solo hay oscuridad y desacierto.

Quisiera volver al limbo. Ese limbo que se supone que sea limbo, que sea eterno, sin fin, sin cortes, sin interrupciones, ¿por qué tuvimos que salir de allí y volver a la triste y monótona realidad? Te sentí allí una utopía, y utopía fuiste y utopía sigues siendo.

Desearía darte tan solo la mitad de mis fuerzas para que no desfallezcas, para que renazcas como un ave Fénix, para que te dediques solo a ser feliz, a reír, a amar, a sentir profundamente todo, sí todo, absolutamente todo, excepto dolor. Deberías reír, sonreír, con esa sonrisa sincera con la que hasta tus ojos sonríen, acompañando a tu boca en un vals de nunca acabar.

Y quiero un mundo perfecto para ti, contigo, porque sin ti ya nada sería perfecto. ¿Recuerdas esas veinticinco imágenes? Esa vida que por un instante imaginamos como propia, esa rutina, ese día a día al cual no le temíamos, porque sabíamos que se iban a llenar de recuerdos y buenos momentos y tal vez algunos malos, nada que una charla, un té caliente y un abrazo en silencio no puedan arreglar. Así lo veo yo, así lo siento yo.

No sé qué deseo más: detener el tiempo contigo o hacerlo transcurrir para que tus heridas sanen, y así pueda yo acariciar tus cicatrices y susurrarte al oído que estoy orgullosa de ti, porque fuiste valiente y fuerte y emergiste de lo más profundo de todo aquello que un ser humano necesita sentir para apreciar la verdadera felicidad en su ausencia.

Nos imagino a ti y a mí viendo el atardecer, y tal vez alguna que otra vez sentados con una manta a nuestro alrededor observando cómo el alba tímidamente surge del horizonte.

Son infinitas aquellas aparentes banalidades o trivialidades se vuelven el paraíso por estar junto a quien amas, y quien te ama. Esos pequeños gestos, detalles que hacen que cada día sea diferente, que al esbozar un recuerdo de cualquiera de ellos la boca se tuerza un poco y emane una sonrisa pícara y cómplice.

Quise cuidar de ti, darte mi vida entera para hacerte saber que estoy para ti, que tu amor me da fuerzas para sonreír y que tu sonrisa sincera es el motor de mi vida. Y quise que cuides de mí, sabiendo que en tus brazos podía hallar un refugio seguro y que tus caricias fueran mi medicina, mientras al oído me cantaras una canción que, porque me conoces, sabes que me gusta y porque me amas y te amo sabes que es el cielo escuchar tu voz.

Y nos trazamos algunos pequeños planes que el efímero momento compartido no nos dejó concretar, pero debo admitir que fui inmensamente feliz imaginando el más tarde, el mañana, el fin de semana, y ahí te veía, en cada día, en cada momento, en cada canción, en cada inhalar y exhalar.

Los dos somos polos opuestos y los dos somos semejantes, y la incredulidad nos abraza fuera del limbo y cada uno toma su precaución, a la manera que mejor conoce.

Encuentro contradicciones en tus afirmaciones bien hiladas, encuentras hipérboles en mis expresiones, y nos damos vueltas en una calle sin salida que nos desagrada y que a nadie le hace ningún bien.

Estoy aquí, y estás allí y quiero permanecer una vez más en un punto medio, que todo vuelva a ser amor, calma, quietud, silencio, y algunas risas. Y tuvimos eso hace tan poco y por tan poco tiempo, y me gustó y lo deseo y me arranca el ser ver cómo el viento arrastra esos recuerdos escurridizos de mi mente y me dice que nunca fue, o que si tal vez fue, ya fue suficiente, y no quiero que sea suficiente, pero ese viento que alguna vez nos dijo que nos amáramos, hoy nos dice que es tiempo de partir, que lo nuestro es poco convencional y que no hay historia de amor ni en la literatura ni en la mitología que compruebe una veracidad semejante, y contra todo pronóstico, aquí me tienes, pensándote, y me preguntas el porqué, ¿acaso puedes dar sabias razones de todo lo que compartimos juntos, de las coincidencias y de lo mágicos momentos que parecían evaporarse cuando más nos gustaba? Lo dudo.

Y razones me faltan para querer continuar este idílico romance un tanto caricaturesco y razones me sobran para decirte lo que realmente siento, "eso" que dos veces no se siente, "eso" que despertaste en mí y yo en ti, "eso" que me descoloca y me saca de mi zona de control para someterme al influjo de aquello que los sabios, filósofos, escritores y por qué no, científicos, denominan como “amor”.

Sueño infinito


Ese dolor agudo que sentía en el pecho no la dejaba en paz, conocía la razón y el origen de esa angustia, y así también la causa de la ansiedad que la generaba.

Él no era una mala persona, pero vivía atormentado por aquellos límites que no respetó en el pasado y que le llevaron a ser una sombra imperceptible en la sociedad.

Él era intenso, tenía mucho para ofrecer, ella quería todo con él, pero él solo generaba trabas. Estaba demasiado perturbado como para disfrutarla, para hacerla feliz.

Ella solo deseaba dormir, estaba cansada y triste, ya no quería despertar. Decretaba una y otra vez su deseo egoísta, ya que el primero, de ser feliz con él no se había dado más que durante algún fugaz instante.

Él desapareció. Su silencio, segundo a segundo le clavaba como un puñal en el pecho, ya no lo podía soportar, solo deseaba dormir.

Por fin culminó la semana. Se excusó por haber tenido un día largo, fingió una sonrisa; cerró la puerta y en la intimidad de su habitación desenvolvió esa prenda de vestir que le había prestado con el aroma a su piel. Cerró los ojos y respiró profundamente; inhaló y exhaló unas cuantas veces recordando ese momento cuando ella apoyaba su rostro en el cuello suyo.

Levemente fue quedándose dormida; una caliente lágrima se deslizaba por su mejilla.

Abrió los ojos y allí estaba él, a lo lejos, sonriente, mirándola, cuidándola, asegurándose de que estuviera bien, él la abrazó como siempre, pero la situación era igual que siempre y a la vez diferente; igual porque volvieron a esa etapa en la que se amaron sin miedos, pero diferente porque esta vez el tiempo dejó de transcurrir; y sin darse cuenta, sus dos deseos, en lugar de uno solo, se cumplieron: dormir y despertar eternamente a su lado.

domingo, 26 de julio de 2015

Te pedí que te quedaras


Te pedí que te quedaras,
pero creo que no me escuchaste,
te pedí que no dejaras de amarme
y toda solicitud fue en vano.

El peor dolor que existe
es aquel de saberte mío
y al instante perderte para siempre,
tenerte físicamente,
allí,
al lado mío
pero con tu mente y corazón distantes,
perdidos en una muda letanía,
ayer mío, hoy ya no.

Sin descanso te busqué.
Me detuve a preguntar,
a mirar mil rostros diferentes,
ninguno era el tuyo,
ni si quiera tu rostro era tuyo.
Ese rostro familiar se tornó irreconocible.
Ya no estabas, te perdiste,
me prometiste que no lo harías.

Las manos que daban sostén,
se encontraban egoístamente
en tus cansados bolsillos
que guardaban los secretos
de un pasado difícil de olvidar.

Estuviste en coma por unas semanas,
perdiste la memoria de lo que te hizo daño.
Me amaste sin miedo, sin condiciones,
te amé sin temor, sin imposiciones,
nos amamos como dos locos.
“Dos locos enamorados”.

Hoy no recuerdo si fuimos más locos
que enamorados o más enamorados
que locos, pero te amé con locura,
y eso fue suficiente.

No te quise perder, creo que te lo dije,
creo que te lo reiteré dulcemente,
e hiciste una vana promesa que no pudiste sostener.
Y no te perdí, nunca te tuve.

Pero estoy de luto,
lloro una pérdida irreal
de un amor utópico,
de un limbo atrapante,
de una magia inolvidable,
de un amor único,
que apenas fue y se extinguió.

La mente juega trucos peligrosos,
esta vez el contraproducente pensamiento
agotó todas las instancias del corazón.

Y estás a mi lado, y estás lejos,
y te tengo, pero nunca fuiste mío;
aun así tu boca fue mi alimento,
tu piel, mi tacto;
tu mirada, el reflejo de la mía;
tu voz, el susurro en el silencio atrapante.

Y aun así fue real, no tengo cómo probarlo
excepto por aquello loco que nos permitimos sentir,
ese trágico amor exquisito que no tenía mayor horizonte
que el desastre inminente.
Pero, ¡sí que te disfruté!

Te encierro en un rincón de mi mente
y vuelvo a la etapa de coleccionar retazos de tu rostro:
Para imaginarte, imaginarme, imaginarnos,
siendo demasiado, todo, bastante, mucho, lo suficiente;
para ser felices y para rompernos en diez mil pedazos
al separarnos.

Te dejo ir, amor, por nuestro bien.
Es necesario retomar aquella cordura que nos abandonó
hace ya casi un tiempo indeterminable.
Te dejo partir; el limbo ya no nos pertenece,
ya no le pertenece a nadie ni a nosotros,
porque sin nosotros,
el limbo no existe.

Caballeresca pedantería


No sabía cómo describirte, te sentí un oasis pero en realidad eres un espejismo, sí, eso eres, nada más que un pedazo de vidrio roto que en contacto con el sol, brilló, simulando ser una refinada pieza de cristal.

Vistes de alta hipocresía cada día, tu galantería es para con todos, coleccionas amigos y sonrisas, y los llevas colgando en el bolsillo.

Tu estilo rebuscado y tu sabiduría oriental engalanan los sentidos de desesperadas mujeres por una gota de atención.

Estoy en todas partes pero en ningún lugar estoy, son invisible, soy un secreto de tus prostituidos días cargados de silencios y disimulos.

Mentiras guardas como tarjetas personales en tu billetera, y al ser descubierto, inventas un sensible tema de conversación, excusando tu tachable actitud.

Y eres sí, un patético pirata con algunos trucos bajo la manga y me lo repetiste más de cien veces y en ninguna te escuché, y robas tesoros y regalas tesoros y te luces con imágenes y palabras que no son tuyas, y te atribuyes ideas y acciones de menciones ajenas, y eres un maldito fantasma disfrazado de atractivo mago, que no tiene vida propia, ni lugar propio, ni sentir propio.

Eres menos que el polvo que cubre un viejo mueble abandonado, ya que pocos te conocen realmente y menos te quieren por lo que eres en verdad; la mayoría sigue embobada como una colectividad ovejuna cada absurdo paso que das, y te aplauden y te veneran y al final del día estás más solo que un perro callejero y recurres a tu ciencia, a tu filosofía de vida, a tus juguetes dorados y a la música de aquella época en que te permitiste ser libre, solo para sentirte acompañado y no escuchar el silencio de la soledad que te rodea.

Y tienes algo que no tienes y profesas ser alguien que no eres, y vendes sueños que ni tú crees, e inventas grandes historias que las ovejas se las tragan y que yo en silencio lamento hasta el aburrimiento oír.

Y aun así eres demasiado para mí, y aun así soy mucho para ti y nuestras paralelas vidas comparten un plano en un mismo tiempo, y tú avergonzado no me luces y yo avergonzada te aparto y vivimos juntos un teatro inexplicable, ya que ambos actuamos pero olvidamos el guión y hacemos propia esa vida detrás del telón y te importo lo suficiente para que me olvides en tu día, y me importas lo suficiente para que ello no me moleste.


Y estoy aquí, y estás allá, pirata de tesoros inexistentes, de burdos cuentillos que salieron de tu limitada imaginación, en donde se mezclan tu álter ego, tu pedantería crónica y el exceso de atención.

La casa


            Tenía la típica vida cotidiana. Trabajo, responsabilidades del hogar; una rutina formada.

            Un día, como cualquier otro, llegó a su casa, abrió la puerta y sus muebles ya no estaban, primero pensó que había sido robada, pero al fijarse mejor, notó que la casa no estaba vacía, sino que diferente, extraña.

            Un pequeño gentío apareció murmurando quien sabe qué, vestidos de forma inadecuada, y se atrevía a pensar que, bizarra.

            Ella les preguntó qué hacían allí, cómo entraron, y les pidió amablemente que se fuera. Ellos no le prestaron atención y continuaron en lo suyo.


            Se enfadó terriblemente por semejante atrevimiento, en ese mismo instante ellos sintieron un repentino frío, las luces parpadearon y la puerta principal se abrió; sintieron que no eran bienvenidos. Ella no sabía la verdad, como no lo supo durante los cincuenta años que ya habían transcurrido.